Como tú, durante gran parte de mi vida he tenido problemas relacionados con la alimentación, con la imagen personal y mi autoestima. Desde mi adolescencia hasta hace pocos años, me he comparado continuamente con todas las mujeres que se han cruzado en mi camino, me he machacado por no tener el cuerpo perfecto y me he maltratado emocionalmente auto castigándome con la comida, por defecto o por exceso. A través del chocolate, la comida grasa o el alcohol llenaba el vacío emocional que me invadía. El rechazo de mi propia imagen en el espejo y la distorsión de mi propio cuerpo me hizo realizar dietas extremas que casi me cuestan la salud. A través de la alimentación trataba de paliar ese desasosiego, el estrés o la ansiedad del día a día. Luchaba contra mi misma, cuanto más intentaba alcanzar «la perfección», más me alejaba de mi misma. La idea de la mujer con proporciones perfectas y belleza genuina ha sido mi sombra durante muchos años hasta que comprendí que yo era mucho más que eso.
Hace 6 años me tocó vivir una situación límite junto a mi compañero de viaje que me hizo tomar conciencia de lo que era realmente importante. Y poco después, sufrí la pérdida de una amiga, uno de los seres con más luz y energía que he conocido nunca. Todo esto me permitió abrir los ojos y ver la vida en su totalidad. Me hizo agarrarla fuerte como nunca antes lo había hecho. Tome las riendas de mi vida y tomé decisiones drásticas que a día de hoy me hacen ser quien soy. Primero puse freno a mis malos hábitos, tomé conciencia de la importancia de priorizar mi estado emocional y físico y comencé a cuidar mi cuerpo y mi mente. Aprendí a escucharme, a comunicarme conmigo misma de una manera más sana, empecé a aceptarme más física y anímicamente y desvinculé, por fin, la comida y la bebida de mis emociones. Conseguí perder 20 kilos, introducir el deporte en mi vida y, sobre todo, priorizarme y quererme más. A su vez, dejé mi trabajo después de 10 años como editora de televisión y comencé a estudiar dietética y nutrición. y a indagar sobre mis emociones y pensamientos a través de diferentes medios, la terapia centrada en la persona, el focusing y el coaching.
El coaching y la terapia me hicieron profundizar en mi, me enseñaron la importancia de cuidar tanto mi mente, mi cuerpo y mis emociones, aprendí a enfocar las cosas en positivo, conseguí mantenerme motivada y sacar lo mejor de mi misma. Pero, sobre todo, me ayudó a saber que lo que más me gusta en el mundo son las personas: conocerlas, escucharlas y ayudarlas. Y por eso me hice coach. Porque un coach te ayuda, te acompaña y te guía para mejorar tu vida. Con las sesiones de coaching nutricional y la terapia conseguirás conocer tu relación con la comida, cambiar tus hábitos y sentir esa tranquilidad que necesitas para estar satisfecha/o y feliz.
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